Emma no daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo, era una imagen atroz. Melisa y Claudio vieron como Emma los vislumbraba con una perdida expresión, entonces se posicionaron frente a ella, con una fría expresión. Pero ese mismo instante llegó la señorita Rosalin.
─ Señora, no debería estar aquí ─.
Los dos jóvenes, con una inexplicable velocidad se pusieron frente a Emma, no tardaron ni un segundo en llegar donde estaba la señora de la casa, Claudio alzó su brazo y Emma cayó al suelo, inconsciente.
A la mañana siguiente se había levantado con normalidad, pero con una peculiaridad, estaba radiante, feliz, dedicándole una sonrisa a todos los criados de la casa, con los que se cruzaba. Para Emma, los días anteriores vividos, solo fueron unas horribles pesadillas producidas por el cambio de hogar, esa fue su explicación. Bajó a desayunar y se sentó en la silla, como cada mañana la señorita Rosalin ya le tenía el desayuno servido en la mesa, y como cada mañana los dos jóvenes, Melisa y Claudio, le servían el café. En ese momento apareció su marido Thomas, que solo se tomó una taza de café.
─ ¿No vas a comer nada mas cariño? ─ le preguntó Emma a su marido.
─ No tengo mucha hambre ─.
─ Muy bien, no te regañaré, pero tampoco quiero que se vuelva una costumbre ─ dijo Emma mientras le apuntaba con el dedo.
Thomas se terminó su taza de café y se fue al trabajo, pareciera algo agitado, pero todo el día iba corriendo al trabajo, aunque fuese su propia empresa, le gustaba ser puntual y no darse el capricho de llegar a la hora que le plazca, como hacen muchos empresarios.
─ Cada mañana hace lo mismo, va corriendo al trabajo, algún día me va a dar un disgusto ─ dijo Emma con cierto tono burlón.
─ El señor es un hombre muy responsable ─ dijo Rosalin con admiración.
─ Es mi marido ─ dijo Emma con una severa, pero burlona sonrisa.
─ no sé preocupe señora, jamás me fijaría en el señor en ese sentido ─ dijo la señorita Rosalin con su mano en el pecho.
Emma terminó de desayunar y se fue de la cocina, quería pasar el día en su habitación leyendo un libro. Melisa y Claudio se acercarón a la señorita Rosalin, con los platos sucios que había encima de la mesa, una vez los dejaron en el fregadero, ambos jóvenes miraron a la señorita Rosalin, con cierta seriedad.
─ ¿No se acuerda de nada? ─ dijo Melisa.
─ Ni siquiera se acuerda de que su marido está muerto ─ dijo Claudio con cierta carcajada.
─ Cierto Claudio, tu hipnosis dio resultados pero, no podemos relajarnos, tenemos que ir con mas cuidado, tenemos que cuidar muy bien de la señora Emma, no podemos dejar que se pegue otro susto y pierda a su bebé, nuestra oportunidad de volver a ser humanos ─ dijo Rosalin.
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